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Introducción
Noches de insomnio. Cuando la soledad y el infortunio aparecen, suelen hacerlo juntos, como si fueran compañeros inseparables, y nos sentimos completamente ahogados. Entonces, buscamos refugio en otros lugares, intentando escapar de nuestra realidad y evitando afrontar lo que nos atormenta.
Esta historia explora cómo lo sobrenatural y la superstición, junto al contraste entre la fantasía y la realidad, pueden apoderarse de nuestra mente cuando ansiamos encontrar el valor de las relaciones humanas en momentos de soledad.
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Noches de insomnio
La desgracia me acechaba cada vez más, o al menos eso pensaba, porque no era mera casualidad que todas las cosas me ocurrieran una tras otra y con resultados infames e insólitos. Mis notas rozaban la mediocridad, mis versos y prosas no interesaban a nadie, y ni siquiera podía trabajar. Enemistado con mi reducido núcleo familiar y rechazado por la única persona que inspiraba mis noches, me encontraba más melancólico que de costumbre. Solía dormir fuera de casa, donde hubiera una conversación interesante, café y cigarrillos. Así fue como, cierta tarde, llegué a conocer a una familia humilde a la que le resultaron interesantes mis largas horas de conversación. En medio de su escasez material, compartían lo poco que tenían sin esperar nada a cambio.
La noche se esfumó en un santiamén, y todos debíamos descansar. Me invitaron a quedarme y, para mi sorpresa, una de las jovencitas de la casa insistió en dormir esa noche conmigo. Me ofrecieron un cuarto aislado al fondo del patio. Entramos y, al encender una bujía ahumada, se reveló la pobreza. Al fondo había dos camas de hierro, cada una con un colchón viejo y roído, sin almohadas; pero resultaba muy cómoda a mi necesidad de descansar. El piso era de tierra y parecía recién regado. Un ropero desvencijado separaba las camas, y una de sus puertas abierta delataba que no había ropa adentro. Preso del terrible insomnio abonado por la cafeína y la incertidumbre de qué hacía allí, me dispuse a dormir. Antes, me levanté para cerrar y asegurar la puerta cuando sentí una fría brisa silbar tenue, al mismo tiempo que las luces de la casa principal se apagaban. Algo nervioso, conversé un poco más con mi joven acompañante, pero, en medio de su fascinación por mis elocuentes hazañas universitarias, se había quedado dormida.
Di muchas vueltas en esa cama, preguntándome por qué la mala suerte se empeñaba conmigo. De repente, el cuarto se llenó de una oscuridad y un silencio poco habituales y, a un par de metros, apareció ante mí la visión de un espectro que levitaba sobre un fuego fatuo azulado. Una acentuada aura blanquiazul cubría a aquel ser incorpóreo que llevaba un vestido de novia blanco y gastado; su rostro estaba cubierto por un velo carcomido que sólo dejaba en manifiesto sus vacías y apesadumbradas cuencas de los ojos. De repente, levantó su brazo derecho y de la manga de aquel peculiar vestido escapó una huesuda mano con su dedo índice señalándome, y sentí que una corriente electrificante se extendía desde su nefasto gesto y recorría toda mi espina dorsal. Cerré mis ojos tan fuerte como pude, suplicando que aquella hórrida pesadilla terminara. No pude levantarme y correr porque el miedo hizo de mi cuerpo el objeto más pesado que se pudiera imaginar. Habría contado al menos cinco minutos desde el inicio de aquel espantoso momento, por lo que indeciso abrí mis ojos. Para mi desgracia, aquello no había sido un sueño; era tan real como el olor a claveles que emanaba de la inesperada visitante nocturna, que ahora se encontraba a un metro de distancia. Impresionaba ser un ente espeluznante limitado solamente a una grotesca amenaza.
—¿Qué quieres de mí? —grité mentalmente, porque mi boca era incapaz de articular palabras—. ¿Quién eres?, ¿Te conozco acaso? —continué. Como si pudiera escuchar mis pensamientos, se inclinó ante mí; sentí que estaba a punto del desmayo. Acercó su cadavérico rostro a mi cuerpo petrificado, y su aliento sollozante provocó una generalizada piloerección que evidenciaba mi aterrorizada vivencia. —¡Este es tu lugar! —dijo directo a mi mente—. ¡Debes cuidar de ella! —Nada más recuerdo porque caí inconsciente.
Me levanté casi al mediodía, aún perturbado por lo ocurrido, y lo primero que hice fue despertar a mi joven acompañante y contarle lo sucedido. No había terminado de hablar cuando salió corriendo hacia la pieza principal en busca de la dueña de casa. La horrorizada mujer escuchó atenta mientras amargas lágrimas escapaban de sus ojos; lo que me dijo a continuación superó hasta la última gota de mi escepticismo.
—Hace aproximadamente veinte años mi mamita murió; era una mujer correcta y bondadosa —narraba mientras se desplomaba atónita sobre un sillón viejo—. Me rescató de la calle mientras era apenas una niña; éramos sólo ella y yo. De muy joven le di nietos y esta casa se llenó de vida, pero el tiempo me la arrebató. Sus últimos momentos de vida fueron en ese mismo cuarto, y la cama donde falleció ocupaba el mismo espacio donde aseguras haber vivido tu increíble experiencia —rompió en llanto y continúo—. Yo era madre soltera el día que falleció; me sentí desesperada, entre tristeza e impotencia llamé a las puertas de mis vecinos por ayuda. Todos ellos abrazaron mi dolor y le dieron a mi mamita un sencillo pero decente ataúd, pero su apoyo no alcanzó para vestirla. Fue entonces cuando encontré entre sus escasos harapos su vestido de primera comunión junto a su coronilla; así le di el último adiós a mi mamita, vestida de blanco. Antes de morir solía decirme: ¡Esta casa es tu hogar!, ¡Debes cuidar de ella!
Fin.
Lo puedes encontrar en:
Alvarado Pérez, J. L. (2022). [Noches de insomnio]. En Noches de insomnio. Primera sección: Noches de insomnio.
Una felicitación; tu narrativa es muy buena, has logrado que mi mente pueda ver los escenarios descritos en el cuento, eso es infinitamente agradable de encontrar al momento de leerlo. Por otro lado la relación entre la frase de Poe y el microcuento me hizo pensar en cómo lo aterrador tiene una profundidad oculta. Poe describe las aguas como algo imponente y amenazante, pero limitado por una fuerza superior que les prohíbe destruir. Esto se conecta con el espectro de «Noches de insomnio», que aunque es aterrador y provoca miedo, está ahí con un propósito mayor, no solo para asustar, sino para entregar un mensaje importante relacionado con el amor y la memoria de un hogar. Sin duda tu historia puede describir las intenciones de Poe en esta frase. Saludos. 🤗