El niño del puente

El niño del puente

Bienvenidos

Sean todos bienvenidos a mi blog. He decidido comenzar esta nueva aventura literaria compartiendo el primer microcuento (de misterio) que escribí: El niño del puente.

La historia está inspirada en el paso por el puente del río Chiquito, al suroeste de mi ciudad natal, León. Recuerdo que, en mi niñez, solía cruzar frecuentemente ese puente con mis primos. Siempre nos invadía una sensación de misterio e inquietud. Nos recostábamos sobre los barandales y observábamos a las mujeres lavando en un ojo de agua antes de continuar nuestro camino. En esa época, nuestra abuelita nos llenaba la cabeza de leyendas locales, dejándonos boquiabiertos y con ganas de saber más. Fue así como escuchamos relatos de apariciones de monas y duendes en algunas casas de Sutiaba, y en el puente del río Chiquito.

Me encantaría conocer si alguna vez has sentido esa misma inquietud o misterio en algún lugar de tu infancia. ¡Déjame tus comentarios!


El niño del puente

Había pasado una semana desde que Pancho no se presentaba a su trabajo. Durante ese tiempo, había perdido el apetito casi por completo y evitaba hablar con las personas; vivía como ausente. Su mente, atrapada en la densa bruma de la desesperación y la angustia, había dejado de preocuparse por el trabajo, su familia e incluso su propia higiene personal. Pasaba largas horas sentado en un taburete dentro de su cuarto. Cuando encontraba algo de ánimo, se asomaba nervioso por la ventana, como si desconfiara de todo lo que veía. Se aterrorizaba cuando empezaba a llover y las gruesas gotas latigaban las láminas de zinc de su casa; se encerraba en su cuarto buscando refugio en una cama tijera y se envolvía en las sábanas, temblando como cipote asustado. Su familia estaba preocupada y cayó en la necesidad de llevar un médico a casa para que lo evaluara, porque nada parecía tener sentido. Aunque tenía una indiscutible disposición para el trabajo, Pancho sucumbía a la tentación del bullicio y la bebida todos los fines de semana, sin importarle los estragos que esto le acarreara. Era una buena persona, pero llevaba inherente a su vida las cadenas de la pobreza, que sopesaba con el letargo de la embriaguez. Lamentablemente, Pancho era alcohólico.

La tarde del sábado previo a su repentino cambio, y después de su acostumbrada juerga, Pancho se dispuso a ir a casa. Un compañero de tragos, igualmente ebrio, lo acompañó hasta las cercanías del río Chiquito y lo dejó a su suerte. Bajó con cuidado por una cuesta empedrada y solamente le quedaba cruzar por el puente para llegar a su casa. Una extraña e inquietante niebla envolvió la tarde y comenzó a llover repentinamente. La fuerte lluvia, sumada a la embriaguez de Pancho, entorpeció aún más su marcha. Renegó y maldijo su mala suerte. Al llegar al puente, la lluvia disminuyó su intensidad a la de una brisa agradable. Pancho, a pesar de su embriaguez, logró divisar en medio del puente a un infante volcado sobre las barandas, el cual veía hipnotizado la turbulenta y torrencial corriente del río. Su ebriedad no le impidió advertir que aquello era peligroso. Se acercó apresurando su oscilante marcha para evitar una tragedia. Llegó hasta el muchacho, que aparentaba alrededor de seis años, y parecía no percatarse su presencia.
—Chavalo jodido, ba… bajate de ahí, ¿no ves que… que te vas a matar? —vociferó Pancho mientras hipaba borracho.

El niño bajó lentamente del barandal, girándose molesto; como si hubiera sido arrancado a la fuerza de aquel trance. Su pálido rostro dibujó una siniestra sonrisa, mientras sus pupilas se dilataban, revelando un rojo intenso como brasa ardiendo. Colocó sus manos en su espalda y empezó a balancearse de atrás para adelante mientras tarareaba una canción indistinguible, manteniendo su sonrisa maquiavélica.
—¿Quién es tu mamá? ¿Dónde está tu papá? ¿Por qué estás aquí solito? —indagaba Pancho, mientras su embriaguez se esfumaba, dando espacio a la más perturbadora de sus pesadillas.

Las preguntas fueron interrumpidas por la tierna voz de aquella criatura, que parecía extasiada por la horrorizada expresión de Pancho. Llevó su mano derecha frente al rostro del enmudecido ebrio y le mostró desafiante, con movimientos ondulantes, sus largos dedos y asquerosas garras. Mientras se reía a carcajadas, le dijo:
—Yo…, tengo uñitas…

Fin.


Lo puedes encontrar en:

Alvarado Pérez, J. L. (2022). [El niño del puente]. En Noches de insomnio. Primera sección: Noches de insomnio.


2 comentarios en “El niño del puente”

    1. Saludos, Eddell. Gracias por leer mis cuentos y poemas; espero que los comentes todos. Las imágenes que he utilizado en este blog son generadas por Copilot IA, que a su vez se basa en ChatGPT.

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