Un abismo sin fondo

Bañera cuento

Introducción

Un abismo sin fondo — Alma forma parte de un proyecto que nació de una convocatoria. Es mi pequeña contribución a una obra de arte ya escrita. Como dice Luis Alberto Spinetta: fusionar mi resto con el despertar de la misma.

El Body Horror es un subgénero de ficción y terror que explora los límites de la transformación corporal, exponiendo imágenes perturbadoras que desafían nuestra percepción de lo humano. En este cuento, el cuerpo y la mente se desmoronan en un viaje de pesadilla donde la realidad se retuerce y la identidad se disuelve.

Descubre hasta dónde puede llevarnos el horror de lo inevitable. Si el cuento te atrapa, déjame tus comentarios y compártelo con otros amantes de la lectura. Lee acá mis otros cuentos de terror.


La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.

Alma

Alma despertó con un sobresalto, como si hubiera contenido la respiración toda su vida. Abrió los ojos: la penumbra la envolvía. Estaba en un baño con baldosas blancas, aunque el tiempo y el abandono las habían teñido en un tono enfermizo. Una luz amarilla, mortecina, colgaba del techo como una luna menguante, proyectando sombras perturbadoras en los muros.
Su cuerpo, desnudo, yacía dentro de una bañera profunda. El agua fría la cubría hasta la clavícula; ni siquiera recordaba haber entrado allí. A sus pies, el grifo estaba cerrado; sin embargo, el agua estancada rebosaba la bañera. Junto a ella, una silla de madera sostenía un jarrón con flores blancas, aún frescas. Pero el aire, denso, tenía un olor rancio, propio de las ramas en descomposición.
Un escalofrío recorrió su espalda. Alma intentó levantarse, pero una extraña pesadez anclaba sus piernas al fondo. El agua se sentía pegajosa, como si se enroscara en su piel con un perverso deleite.
Entonces, lo sintió: un roce, un movimiento sutil bajo su cuerpo.

«¡Dios mío! ¿Qué es esto?»

Se obligó a recobrar la calma. No era más que el miedo reptando entre sus pensamientos.
—¿Alguien está ahí? —susurró.
Su voz se quebró en el silencio.
—¡Por favor, ayúdenme!
Nadie respondió. Las paredes devolvieron el eco sordo de su súplica.
Luchó por liberarse, pero la pesadez en sus extremidades era insoportable.
Se hundió.
En un instante, un parpadeo, el agua pareció estirarse, transformando la bañera en un abismo sin fondo. Las baldosas ondularon y se derritieron como si fueran cera. El agua se aferró a su cuerpo como amarras inquisidoras, inmovilizándola.
El tiempo se detuvo.
Con un esfuerzo primordial, logró emerger aferrándose al borde de la bañera. Respiraba agitada. Su mirada fue atraída por la silla.
Las flores… estaban marchitas.
No, imposible. Las había visto frescas apenas un momento antes.
Alma miró el agua. Su textura era distinta: fangosa. Y sus piernas…
El horror la paralizó.
Su piel, previamente cálida y viva, se había tornado necrótica. Incrédula, se inclinó para tocar sus pies. Sus dedos se desprendieron con una facilidad perturbadora, deshaciéndose entre sus manos como arena húmeda. Pequeñas larvas serpenteaban entre la carne muerta de sus piernas.
Gritó. Gritó con la fuerza de quien se ha quebrado y no volverá a ser la misma. Su alma y su garganta se desgarraron por igual.
Más allá de las cortinas, algo se acercaba: una sombra acechante.
Los latidos de su corazón golpeaban sus costillas como un redoble seco de tambor fúnebre. Con un temblor incontrolable, apartó las cortinas. No había nadie. Sin embargo, la sombra persistía en su mente, cargando algo en sus brazos y deteniéndose frente a la bañera.
El agua se oscureció. Ondulaba, hambrienta, ascendiendo en su piel como una criatura viva.
Se sumergió en un intento desesperado por impulsarse y acabar con esa pesadilla, pero el agua mantenía su abrazo gélido. De repente, unos gritos reverberaron en su cabeza, en una cacofonía de lamentos.
—¡No respira!

«¿Se refieren a mí?»

La fatiga la consumía. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Emergió como un monstruo que surge de las aguas de un pantano, con su cabellera desmoronándose y sus brazos encartonados, casi en los huesos.

«¿En qué me estoy convirtiendo?»

Un escozor en su garganta la enmudecía. La sed erosionaba su boca. Su espesa saliva se escurría entre sus labios. Sus músculos se contraían dolorosamente. Ya no podía pensar con claridad. El agua se desbordaba, trepando por su pecho, aferrándose a su cuello como un amante funesto. Cerró los ojos y abrió su boca para sofocar la sed. El agua le quemó la garganta, sofocándola.
Alma reunió fuerzas para abrir nuevamente sus ojos. Nada de esto podía ser real. Vio su nefasto reflejo: dos ojos inyectados en sangre le devolvían la mirada. Sus pupilas, dilatadas hasta devorar el iris, eran pozos insondables. Sus labios eran dos costras secas y agrietadas. Bajo su piel enferma se dibujaban raíces negras y sinuosas.

«¡No puedo ser yo! Esto no es real»

Pero entonces…
Una imagen rasgó la niebla de su mente: un bebé que dormía plácidamente.

«¿Era mío? ¿Fui madre alguna vez? ¿O acaso la demencia prestidigita con mi cordura, susurrándome recuerdos que jamás existieron?»

El agua de la bañera se agitó. El grifo goteaba sin cesar, llenándola más y más.
Debía salir. Se sujetó de la cortina para impulsarse, pero esta se desplomó sobre su rostro como una pesada mortaja.
El agua subía. Su cuerpo no respondía.
—Alma, ¿qué hiciste? —De nuevo las voces, más nítidas ahora—. ¿Qué le hiciste a la bebé?
La realidad la golpeó con una fuerza brutal.
No sentía frío. No sentía nada.
Fue entonces cuando la vio.
Bajo el agua, blanca y etérea como el mármol. Una niña con su cabello rojizo, sus ojos vacíos y su piel ajena al calor de la vida. Sus labios eran dos pétalos violáceos. Alma la tomó en sus brazos. Se deshizo entre sus manos.
Los recuerdos la atravesaron como cuchillos.
—¡Yo la maté! —gritó, llorando e incrédula—. ¡Yo la maté! ¡Yo la maté!
Ahora, el agua la reclama.
Se hundirá.
Igual que ella.
En la misma bañera.
En el mismo abismo.

Fin


Puedes encontrarlo en:

Alvarado Pérez, J. L. (2025). [Alma]. En Noches de insomnio. Tercera sección: Azul Opaco. Adaptado de [ALMA] por Jennifer Martínez (2025).


1 comentario en “Un abismo sin fondo”

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